Cómo crear salud

El mayor obstáculo que encuentro al intentar que las personas enfermas se recuperen está en su falta de persistente aplicación. Compartiré algunos hechos de mi experiencia personal y podrás sacar tus propias conclusiones.

De niño fui educado para creer en las típicas ideas habituales sobre el cuerpo y sus posibles enfermedades. Algunas de ellas son las siguientes: La mayor parte de nuestro entorno es perjudicial para la salud. Hay peligro en las corrientes de aire. Hay peligro en el agua, la comida, el clima y también hay riesgo de contagio por parte de otras personas que se han “enfermado” por tener los pies fríos o alguna imprudencia similar.  

Cuando alguien sucumbe a uno de los múltiples peligros que siempre le acechan, intenta probar la eficacia del whisky, el agua caliente, el aceite de ricino, la infusión de hierbas, el vapor, etc., y luego llama a un médico que le administra más purgas y medicamentos. La idea del médico es que, si logra adivinar el medicamento correcto para esa enfermedad en particular, puede contrarrestar el trastorno.

(En una época los médicos me daban seis tipos de medicamentos cada hora).

A los veinte años, yo era el representante de la culminación de las creencias del pasado. El resultado lógico de un pensamiento incierto y azaroso se había manifestado casi en la extinción. Pensaban que yo no tenía ninguna posibilidad de volver a “recuperarme”. Un absceso que descargaba de mi pulmón derecho, complicado con un trastorno estomacal que me hacía rechazar la comida, fue la situación durante cinco años.

Sin embargo, durante los últimos quince años, he sido un hombre fuerte, sano y exitoso. Todo este tiempo he trabajado duro mentalmente y físicamente, y en apariencia soy muy joven y tengo tantas expectativas de vida como siempre. Esta transformación se produjo al cambiar mis creencias.

Estudié Ciencia Mental.

Estudié el poder del pensamiento.

Viví con la sugerencia de MAESTRÍA.

Me recuperé. Había probado con los médicos y habían fracasado. Había probado la respiración profunda. Sólo produjo graves hemorragias.

Así que, cuando comencé el trabajo mental, puse en él todos mis momentos de vigilia. Esto dio un impulso inconsciente incluso a la subconsciencia que opera durante el sueño y por un acto reflejo, todo el tiempo.

Para ilustrar la necesidad de la rigurosidad: Un muchacho de mi misma edad se estaba muriendo al igual que yo. Estaba postrado en cama y escupía pus de un absceso. Intenté infundirle nuevas esperanzas. Estaba débil y aletargado, por lo que no sentía ningún impulso de esfuerzo. Pero se estaba muriendo y quería ponerse bien. Tenía veinticuatro horas al día para utilizarlas. Las creencias del mundo y las creencias de toda su vida pasada debían ser anuladas si quería sanarse.

Las afirmaciones y sugestiones superficiales, hechas durante una hora al día, no serán un antídoto a todo lo que se ha imbuido durante años aceptando sugestiones contrarias.

El hombre murió. Él respiró el mismo aire, comió alimentos similares y tuvo acceso a la misma reserva de poder que yo, sin embargo, no fue minucioso en su trabajo mental.

Si quieres resultados, debes ser riguroso en tu trabajo mental.


Por A.Z Mahorney (The Nautilus 1912)


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