¿Cómo cultivar la felicidad?

Hay naturalezas que nacen para la felicidad, así como nacen músicos, mecánicos y matemáticos. Por lo general, son niños que nacieron en condiciones prenatales adecuadas. Es decir, hijos concebidos y nacidos en el amor. La madre que agradece a Dios por la pequeña vida que está a punto de traer a la tierra, le da a su hijo un don más bendito que si fuera heredero de un reino o una fortuna.

Sin embargo, hay muchos niños que al nacer no son bienvenidos por sus madres, y entre ellos rara vez nos encontramos con alguien que sienta que tiene derecho a la felicidad.

Quien no ha nacido músico necesita trabajar más asiduamente para adquirir habilidad en el arte, que aquel que posee el talento natural, no importa qué tan fuerte que sea su deseo o su gusto. Así mismo, la persona que no está dotada de impulsos alegres necesita establecer la tarea de adquirir el hábito de la felicidad. Yo creo que se puede hacer.

A esa persona triste, inquieta o descontenta, yo le diría: Comienza cada mañana con el propósito de encontrar algo en el día para disfrutar. Busca en cada experiencia que se te presente un poco de felicidad. Te sorrenderás al descubrir cuánto de lo que ha parecido irremediablemente desagradable posee un lado instructivo o divertido.

Cuando te detienes a observar, te darás cuenta que aun en el deber más desagradable hay una cierta felicidad, la cual has estado sacando de tu camino. Si es uno de esos deberes que tiene la incómoda costumbre de repetirse continuamente, al menos puedes decir que estás aprendiendo la paciencia y la perseverancia, que son dos grandes virtudes esenciales para cualquier felicidad permanente en la vida.

No anticipes la felicidad del mañana, sino que descúbrela en el día de hoy, y te aseguro que la encontrarás si la buscas. Cada mañana piensa en ti mismo como un explorador en un nuevo reino.

Conozco a un hombre, cuyo tiempo es oro, quien organizó cuidadosamente sus planes para tomar tres horas para salir y darse cierto gusto, pero se perdió y no alcanzó a llegar a tiempo. No obstante, estaba lleno de alegría por su “nueva experiencia”. “Vi lugares y me encontré con aventuras que podría haber perdido toda mi vida”. Era un verdadero filósofo y optimista. Un hombre así siempre saca lo mejor de la vida.

Conozco a una mujer que desde su nacimiento tuvo todas las bendiciones materiales, salud, riqueza, posición, viajes y un hogar lujoso. Ella siempre se quejaba de los cuidados y responsabilidades de la casa. Finalmente convenció a la familia que alquilaran la casa por varios años y vivieran en hoteles. Ahora, se hace pasar por mártir, “una mujer sin hogar”. Es imposible que una naturaleza tan egoísta conozca la felicidad.

A un niño se le debe enseñar desde su más tierna infancia a encontrar entretenimiento en todo tipo de condiciones o clima. Si escucha a sus mayores maldiciendo y lamentándose de un día lluvioso, la plástica mente del niño recibe rápidamente la impresión de que un día lluvioso es un desastre. Cuánto mejor es explayarse en su presencia sobre la bendición de la lluvia, y enseñarle el disfrute de los diferentes estados de ánimo de la naturaleza.

La felicidad debe venir desde adentro para responder a lo que viene desde afuera. Cultiva la felicidad como un arte o una ciencia.

 

Basado en las enseñanzas de Ella Wheeler Wilcox.

 



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