Cómo superar la sensibilidad, para que no te lastimen las palabras desagradables

Un día, de repente, vino a mi mente la idea de que Yo Soy el Sol de Dios. Esa fue para mí una gloriosa idea que se apoderó de mí y literalmente me transformó mediante la renovación de mi mente.

Ese es un pequeño truco que tienen las ideas – dales un alojamiento y harán una casa completamente nueva para ti, una “casa no hecha con las manos”.

“Yo Soy el Sol de Dios” me transformó en poco tiempo.

Te contaré algunos de los cambios que hizo en mí: yo solía ser muy “sensible”; tanto, que más de la mitad del tiempo no conocía mi propia mente; y siempre mis sentimientos eran heridos; aunque en general era demasiado orgullosa para mostrarlo.

Intenté desesperadamente conquistar mis sentimientos y evitar que me lastimaran, pero el éxito no coronó mis esfuerzos ni se posó sobre mi estandarte.

Al final, me cansé de mimar mis sentimientos y les dije, con considerable indignación , que siguieran sintiéndose heridos hasta que se cansaran y renunciaran: ¡no recibirían más atención de mí! Se cansaron y renunciaron. El sol entibió mis sentimientos y los alegró para siempre.

Esta es la forma de hacerlo. Me dije a mí misma: “Si Yo Soy el Sol del Bien, entonces, mi única razón de ser es simplemente irradiar, brillar, enviar buenos pensamientos”.

Ahora, ahí es donde yo había estado cometiendo un error vital. Siempre había intentado ser la Luna en lugar de Sol. La Luna es fría, oscura, estéril, receptiva, solo arroja luz reflejada. Todo el tiempo había estado recibiendo todo: las ideas y opiniones de otras personas, ¡e incluso todo tipo de heridas de ellos! Y, como si esto no fuera suficiente recibir, diariamente le rogaba a Dios que me diera, dame, dame el Espíritu Santo, ¡sin mencionar los ciento un favores más que le pedí! – de él y de otras personas.

Y todo este tiempo yo realmente era un SOL, el Sol de Dios, creada con el único propósito de enviar, en lugar de recibir. Yo tenía “vida en mí misma”, como “el Padre tiene vida en sí mismo”.

Para superar por completo toda esa sensibilidad, cuando mis sentimientos eran heridos, simplemente tenía que recordar que Yo Soy un Sol hecho para brillar, en lugar de una Luna hecha para recibir heridas del exterior.

Cada ser humano es literalmente un Sol de Bien, hecho para irradiar. Si se ocupa estrictamente de enviar buena voluntad, así como el sol envía sus rayos, pronto encontrará sus sentimientos bajo su control.

Supongamos que cada vez que alguien en este planeta se quejara del Viejo Sol, éste se encogiera dentro de sí mismo y no enviara sus rayos. Si fuera “sensible” como la mayoría de las personas, eso es lo que haría. Pero el Sol es demasiado sabio para eso. Atiende estrictamente su propio negocio de brillar. Él brilla tan positivamente, y está tan absorto en hacer lo mejor que puede, que brilla no solo sobre los “justos”, que aprecian su brillo, sino que brilla con gozo sobre los “injustos”, que solo se quejan a cambio. ¡Tan positivo es el viejo Sol, que nunca siente una queja! Su brillo solo se encuentra con el murmullo y lo transmuta antes de que lo toquen.

La razón por la cual nos lastiman las palabras desagradables de quienes nos rodean es que nos olvidamos de brillar.

 

Por Elizabeth Towne, 1926



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