El Espíritu de Opulencia

Es un gran error suponer que debemos restringirnos y limitarnos para desarrollar un mayor poder o utilidad. Esto es formar la concepción del Poder Divino tan limitado que el mejor uso que podemos hacer de el, es mediante una política de autoinanición, ya sea material o mental. Por supuesto, si creemos que es necesario algún tipo de autoinanición para producir un buen resultado, entonces, mientras entretengamos esta creencia, en realidad este hecho será así para nosotros. “Todo lo que no es de fe” – es decir, no está de acuerdo con nuestra creencia sincera – “es pecado”, y al actuar en contra de lo que realmente creemos, traemos una sugerencia de oposición al Espíritu Divino, la cual necesariamente debe paralizar nuestros esfuerzos y rodearnos de una turbia atmósfera de desconfianza y falta de alegría.

Pero todo esto existe y es producido por nuestra creencia; y cuando examinemos los fundamentos de esta creencia, descubriremos que se basa en un completo malentendido de la naturaleza de nuestro propio poder. Si nos damos cuenta claramente de que el poder creativo en nosotros mismos es ilimitado, entonces no hay razón para limitar la medida en que podemos disfrutar de todo lo que podemos crear por medio de el. Ya que estamos atrayendo desde el infinito, nunca debemos tener miedo de tomar más que nuestra parte. Ese no es el lugar donde está el peligro. El peligro está en no darnos cuenta suficientemente de nuestra propia riqueza y en considerar los productos externalizados de nuestro poder creativo como las verdaderas riquezas, en lugar del poder creativo del espíritu.

Si evitamos este error, no hay necesidad de limitarnos a tomar lo que queremos del almacén infinito: “Todas las cosas son tuyas”. Y la forma de evitar este error es darse cuenta de que la verdadera riqueza está en identificarnos con el espíritu de opulencia. Debemos ser opulentos en nuestro pensamiento. No “pienses en dinero” como tal, ya que es solo un medio de opulencia, sino que piensa en la opulencia, es decir, en gran medida, generosamente, liberalmente, y encontrarás que los medios para manifestar este pensamiento fluirán hacia ti desde todos los ángulos, ya sea como dinero o como un centenar de otras cosas que no se deben contabilizar en efectivo.

No debemos hacernos dependientes de ninguna forma particular de riqueza, ni insistir en que venga a nosotros a través de un canal particular, que es a la vez imponer una limitación y excluir otras formas de riqueza y cerrar otros canales; sino que debemos entrar en el espíritu de ello.

Ahora, el espíritu es Vida y en todo el universo la vida consiste en última instancia en la circulación, ya sea dentro del cuerpo físico del individuo o en la escala de todo el sistema solar; y la circulación significa un fluir continuo y el espíritu de opulencia no es una excepción a esta ley universal de toda vida.

Una vez que este principio se vuelva claro para nosotros, veremos que nuestra atención debe dirigirse más a dar que a recibir. Debemos mirarnos a nosotros mismos, no como el cofre del avaro que se mantiene cerrado para nuestro propio beneficio, sino como centros de distribución; y cuanto mejor cumplamos nuestra función como tales centros, mayor será la afluencia correspondiente. Si obstruimos la salida, la corriente debe disminuir y sólo se puede obtener un flujo libre y completo manteniéndola abierta.

El espíritu de la opulencia – el opulento modo de pensamiento –  consiste en cultivar el sentimiento de que poseemos todo tipo de riquezas las cuales podemos otorgar a los demás, y que podemos otorgar libremente, porque mediante esta misma acción abrimos el camino para que fluyan suministros aún mayores.

(Thomas Troward)

Pero tú dices: “No tengo dinero, apenas sé cómo pagar lo necesario. ¿Qué tengo para dar?” La respuesta es que siempre debemos comenzar desde el punto donde estamos; y si tu riqueza en el momento presente no es abundante en el plano material, no te preocupes por comenzar en ese plano. Hay otros tipos de riqueza, aún más valiosa, en los planos espiritual e intelectual que puedes dar; y puedes comenzar desde este punto y practicar el espíritu de opulencia, aunque tu saldo en el banco sea nulo. Y entonces la ley universal de la atracción comenzará a afirmarse. No sólo comenzarás a experimentar una afluencia en los planos espiritual e intelectual, sino que también se extenderá al plano material.

Si has comprendido el espíritu de la opulencia, no puedes evitar atraer hacia ti mismo el bien material, así como la riqueza superior la cual no debe medirse con un estándar de dinero; y porque realmente entiendes el espíritu de la opulencia, no despreciarás esta forma de bien, ni le atribuirás un valor que no le pertenece; sino que la coordinarás con tus otras formas de riqueza más interiores para convertirlo en el instrumento material que allana el camino para su expresión más perfecta. Usado así, con la comprensión de la relación que lleva la riqueza espiritual e intelectual, la riqueza material se vuelve uno con ellos, y no es más rechazada ni temida, como tampoco se busca solo para su propio bien.

No es el dinero, sino el amor al dinero, la raíz del mal; y el espíritu de opulencia es precisamente la actitud de la mente que está más alejada del amor al dinero para su propio bien. No cree en el dinero. En lo que sí cree es en el sentimiento generoso, que es el reconocimiento intuitivo de la gran ley de la circulación, la cual en ninguna tarea formula su primera pregunta: “¿Cuánto voy a obtener con esto?”, sino, “¿cuánto voy a hacer con esto?” Y al hacer de ésta la primera pregunta, el obtener fluirá con una profusión generosa, y con una espontaneidad y correcta dirección que están ausentes cuando nuestro primer pensamiento es solamente el de recibir .

No estamos llamados a dar lo que todavía no hemos conseguido y a endeudarnos; pero debemos dar abundantemente lo que tenemos, sabiendo que al hacerlo estamos poniendo en funcionamiento la ley de la circulación, y dado que esta ley nos brinda mayores y mayores afluencias de todo tipo de bienes, nuestra entrega aumentará, no privándonos de alguna expansión  que podamos desear en nuestra propia vida, sino al darnos cuenta que cada expansión nos convierte en instrumentos más poderosos para expandir la vida de los demás. “Vivir y dejar vivir” es el lema de la verdadera opulencia.

Extraido del Libro “El Poder Oculto” de Thomas Troward. Traducción Marcela Allen El Poder Oculto (Spanish Edition)

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