Aprende a valorar los rasgos positivos y brillantes

Como regla general, los padres pueden clasificarse en dos clases extremas: los que hacen que los niños sean insufriblemente presumidos e insoportables al sobrestimar sus habilidades y exagerar sus logros; y los que los vuelven tristes y autodestructivos por falta de elogios saludables.

De hecho, es raro encontrar padres lo suficientemente sabios y sensatos como para fortalecer lo mejor que hay en sus hijos con elogios razonables y, al mismo tiempo, controlar las cualidades indeseables mediante críticas juiciosas y gentiles.   

No hace mucho escuché a una abuela decir a sus visitas, en presencia de un niño pequeño, lo indisciplinado y malo que era, y que nunca hacía caso. Es una horrible semilla para sembrar en la pequeña mente y la cosecha seguramente será la tristeza.

He escuchado a los padres y a los hijos mayores exagerar sobre el único rasgo necio y el único rasgo corriente de un niño brillante y buenmozo, con la intención de evitar que se forme una opinión demasiado buena de sí mismo.

A todos los jóvenes yo les diría que cultiven la fe en sí mismos. Basada en el respeto propio y la confianza en el amor de Dios por su propia obra. Di a ti mismo: “Yo seré lo que quiero ser”. No porque tu voluntad humana sea todopoderosa, sino porque la voluntad Divina está detrás de ti. Analiza tus propias habilidades y encuentra aquello para lo cual estás mejor preparado para hacer. Luego, emprende la tarea de hacer el trabajo que elijas lo mejor que puedas, y no dudes ni por un instante de tus propias capacidades. Quizás ellas se han empequeñecidos y debilitado por años de pensamientos sombríos; pero si persistes en un curso de pensamiento de autoestima y confianza en ti mismo y en Dios, tus poderes aumentarán y tus capacidades se fortalecerán.

No es fácil superar el hábito del autodesprecio. Es como enderezar un miembro que se ha torcido por una actitud incorrecta o corregir el hábito de sentarse encorvado. Requiere un esfuerzo constante y persistente.

Cuando surgen los pensamientos desalentadores e inseguros, ahuyéntalos como insectos que producen la malaria. Di: “Esto no es un cumplido para mi Hacedor. Yo soy su obra. Debo ser digno de mi propio respeto y del de los demás. Yo debo tener éxito y lo haré”.


El Corazón del Nuevo Pensamiento por Ella Wheeler Wilcox (1903)


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