¿Cómo decoras tu hogar, brillante y alegre o triste y sombrío? En tu mente es lo mismo

Una amiga recientemente me dijo: “Ahora solo cuelgo cuadros brillantes en mi mente”. Sin necesidad de más palabras, su comentario me explicó la causa de su actitud alegre, radiante y feliz, tan en contraste con la mujer abatida e inquieta que había conocido hace unos meses.

El cambio era tan notable, que uno hubiera esperado que ella relatara algún acontecimiento sorprendente como la causa de la maravillosa transformación, en lugar de dar una explicación tan corriente.

Pero piensa en lo mucho que hay en este pensamiento: “Cuelgo cuadros brillantes en mi mente”. Detente un momento y deja que el pensamiento penetre profundamente en tu conciencia interior. “Cuadros brillantes en la mente”, ¿por qué no? Si deseamos hacer que una habitación u oficina sea luminosa y alegre, vemos que allí no hay más que cuadros que representan temas brillantes y alegres. Pueden ser selectas decoraciones o pinturas, o pueden ser algunas cosas pequeñas y baratas, pero el hecho de que sean brillantes y alegres, cumplen su propósito y, de alguna manera la habitación parece un lugar más feliz y alegre que antes.

Si estuviéramos preparando una nueva habitación para ser ocupada por algún ser querido, ¿no pondríamos allí solamente los cuadros más hermosos? ¿O colgaríamos allí cuadros de dolor y miseria; odio y ruina; celos y venganza; enfermedad, sufrimiento y muerte; fracaso y desánimo? Te pregunto, ¿haríamos eso? ¿Tú lo harías? Y si no, ¿por qué no? Simplemente porque instintivamente sientes que los temas sombríos y detestables afectarían al ser querido. De la misma manera, sabes que los temas brillantes, alegres e inspiradores probablemente animarán, estimularán, fortalecerán y mejorarán al ocupante de la habitación.

¿Alguna vez has notado que algunas habitaciones siempre parecen ejercer un efecto beneficioso sobre ti, mientras que otras parecen deprimirte? Ciertamente lo has notado. Bien, la próxima vez que entres en estas habitaciones, mira un poco a tu alrededor y observa si la explicación de tu estado de ánimo no se encuentra en el carácter de los cuadros en las paredes. Es posible que no lo hayas notado antes, pero tus facultades mentales subconscientes han captado la impresión y te ha afectado la acción refleja. 

¿Quién puede resistirse a las encantadoras cualidades del luminoso rostro de un bebé sonriendo en una pequeña imagen en la repisa o en la pared? ¿Y quién puede evitar el sentimiento de camaradería del bondadoso San Bernardo, cuyos ojos grandes y cariñosos te miran desde la foto del otro lado de la habitación?

Pero ahora volvamos a los “cuadros en la mente”. Si las imágenes lúgubres en la pared afectan a la gente, ¿Cuál crees que puede ser el efecto de llevar imágenes mentales sombrías, temerosas, resentidas, celosas, envidiosas y abatidas? ¿Puedes sacar algo bueno llevando esta basura contigo? Vamos, sé honesto.

¿Por qué no haces un paquete con estas horribles láminas de la mente y luego las quemas? Ahora es el momento de hacer una limpieza mental de la casa: ponte manos a la obra y limpia esos horribles trazos y reemplázalos con bonitas obras de arte mentales, brillantes, alegres, y luminosas. Hazlo hoy. No puedes permitirte posponerlo para mañana; de hecho, no debes.

¡Oh, sí! yo sé que te has encariñado con algunos de estos cuadros mentales; los has mantenido por tanto tiempo que no quieres separarte de ellos. Está esa horrible imagen en particular que tanto te gusta mirar, tú sabes a cuál me refiero. Verás, sé todo sobre eso. Has tenido la costumbre de pararte frente a ese cuadro con las manos juntas y mirarlo y mirarlo y mirarlo. Y cuanto más lo mirabas, más desdichado te volvías, hasta que al final, sentías que querías acostarte y morir, sólo que había trabajo que hacer en la casa y no podías perder el tiempo. Sí, ese es el cuadro al que me refiero. Bájalo y colócalo encima de la pila para la hoguera y ponlo con todo el lote.

Luego regresa a la casa y cuelga todos los nuevos cuadros que encuentres, y el más brillante de todos, debes colgarlo en el lugar donde estaba ese viejo cuadro horrible que tiraste al último – ese del que te costó tanto separarte (siempre es el más malo del lote).

Qué bien te sentirás después de que hayas hecho esto. Verás lo luminoso y alegre que brilla el sol; cómo el aire parece puro y fresco, toma una buena dosis de el; mira por la ventana y observa las nubes blancas esponjosas flotando en el cielo; el cielo mismo, qué azul es; y sólo escucha a los pájaros volando por el cielo. Pareciera que estuviera llegando a la primavera. 

Ah, ¡qué bueno es estar vivo!

Por William Walker Atkinson. Revista del Nuevo Pensamiento – Febrero, 1902

 



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