El amor es el gozo de la vida. La sensación de amor es la alegría de vivir. La sensación de amar es la recompensa del amante.
El verdadero amante recibe una gran cantidad de gratificaciones, como el amor y los regalos de los demás, pero la gran recompensa del amante es la sensación de amar. Él vive de esa recompensa, mientras que moriría de hambre, aunque tuviera todas las gratificaciones del mundo.
Solo necesitas recordar alguna experiencia en tu propia vida cuando alguien te colmó de favores que no querías, para darte cuenta de lo muerta que son solo las gratificaciones. Y solamente tienes que recordar a algún pequeño bebé que has amado – un bebé que no puede recompensarte en absoluto – para darte cuenta inmediatamente de que la verdadera recompensa del amante es la sensación, la alegría, de amar.
Ahora, ¿sabes que lo único por lo que vale la pena vivir es la sensación de amor? Si perdiera ahora la sensación de amor y no hubiera forma de recuperarla, me tiraría al río. Y si despertara en otra encarnación, aún sin la sensación de amor, me tiraría de nuevo.
Por supuesto, eso es una tontería, ya sabes. La ausencia total de la sensación de amor es la muerte. En otras palabras, es la sensación de amor en alguna forma lo que mantiene unido el cuerpo.
No hay excusa en el mundo para no tener contigo una creciente alegría de vivir – la sensación de amar. Eso significa toda vida y ninguna muerte para el cuerpo. Es el cumplimiento de la promesa: “Lo saciaré de larga vida (Dios o Amor) y le mostraré mi salvación”. ¿Salvación de qué? Salvación de todo “mal”, es decir, sensación desagradable.
La creciente sensación de amor es lo que el Hombre de Nazaret llamó la “vida más abundante”. Su objetivo era ayudar a otros a amar más, a vivir más. Yo también he venido para que tengas vida y vida más abundante.
Jesús demostró lo que enseñó. Yo también estoy probando lo que enseño. Y desde las profundidades de mi propia experiencia, profundo, profundo, les digo que sólo hay una cosa necesaria: amor; solo una vida: amor; sólo una alegría: el amor. Y es gratis para todas las almas que caminan por la tierra. La sensación de amor es la “perla de gran valor”, lo único deseable, absolutamente maravilloso.
El amor no es solo una cosa inapreciable, y es alcanzable – con su propia recompensa y todas sus gratificaciones para el que lo tenga. Pero tiene que pagar el precio; no puede escapar de eso.
El precio a pagar es dejar ir todo y a todos. Dejar ir la ira, la malicia, el resentimiento, la venganza. Dejar ir padre, madre, hermanos, hermanas, amigos. Dejar ir el credo, la iglesia, la Biblia. Dejar ir a los predicadores, maestros, médicos. Dejar ir la ciencia y las drogas. Dejar ir todas tus ideas preconcebidas; todo lo que te han dicho; todo lo que aprendiste en la escuela; todo lo que has leído; todas tus tareas. Dejarte ir a ti mismo. ¡Dejar ir!
Cuando hayas dejado ir, descansarás un momento; necesitas descansar después de haber retenido tanto tiempo. Fue un trabajo duro. Dormirás mucho y en paz. Puede que te preguntes por qué estás tan apagado. No importa. Las fuerzas del amor están trabajando en ti para restaurar las energías agotadas. Pronto comenzarás a despertar a una nueva vida: la vida de amor. Pronto te despertarás y desearás algo. El deseo es amor consciente.
Y ahora, porque eres libre; porque ya no te esfuerzas por retener, puedes disfrutar de lo deseado. Habiendo dejado ir todas las cosas, no te sientes atormentado tratando de reconciliar lo deseado con todas las otras cosas que has tenido o has oído hablar en el pasado. Simplemente disfrutas de la cosa deseada, lo Único en el Presente. Así, por primera vez, experimentas la sensación pura del amor – el amor libre. Libre de los cadáveres que arrastrabas.
Practicar el dejar ir y vivir en un deseado presente es cultivar la sensación de amar. Puedes hacer de cualquier acto un acto deseable eligiendo desearlo. Por tanto, debemos vivir siempre con la sensación del Amor, la Alegría de la vida.
The Nautilus – Abril, 1899