Eres el creador de tu propio destino

Nunca digas que desearías que tu situación fuera diferente, que tus problemas o preocupaciones fueran diferentes.

Tampoco desees tener la vida de otra persona. Acepta la tuya como base de trabajo, la mejor y más adecuada para ti. Luego, sigue adelante y cambia lo que no te guste.

Recuerda que eres el hacedor y moldeador de tu propio destino. Tú no recuerdas el hecho, pero tú provocaste las condiciones actuales de tu destino en encarnaciones anteriores.

Y aun, cuando no creas esto, debes reconocer que estás aquí, y aunque la situación en la que te encuentras parece ser inevitable en este momento presente, no es inevitable para el futuro, a menos que te acuestes en el surco, quejándote, deseando ser un millonario, o un genio, y reprochando la parcialidad de la Providencia.  

No hay parcialidad en el Universo. Todo el esquema está bien equilibrado. Si se te permitiera cambiar de suerte con cualquier persona sobre la faz de la tierra, te quejarías y en poco tiempo encontrarías defectos.

Uno de nuestros millonarios más conocidos, nacido en la opulencia, se queja de que le han robado el privilegio de hacer su propia fortuna. Él no es más feliz que tú. Su confesión delata su debilidad de carácter, así como tus quejas y reproches delatan los tuyos.

El verdadero carácter valioso agradece a Dios su destino y dice: “Mostraré al mundo lo que puedo hacer con mi vida”.  

No hace mucho tiempo hubo una gran carrera de trote en Brighton Beach. El caballo ciego “Rythmic” ganó cinco carreras consecutivas.  ¡Piensa en ello! No se acobardó, como un hombre mortal, diciendo: “Yo soy ciego; es un destino terrible; es un castigo de Dios; ni siquiera intentaré ganar la carrera”. Simplemente confió en la mano del maestro en las riendas, hizo lo mejor que pudo y ganó los honores de la temporada.

Todos somos corredores ciegos en la pista de la tierra. El rey, el millonario, el estadista, el legislador, el mendigo, el obrero, el lisiado, todos estamos en la oscuridad. Lo único es confiar en la mano del Maestro, y hacer lo mejor posible.

Cree que tu posición es el punto de partida correcto para ti, simplemente el punto de partida. Es el bloque de piedra sin forma del que debes formar la estatua perfecta. O es el simple barro del que has de moldear la imagen de arcilla, y que más tarde se convertirá en mármol perdurable.

¿Te has fijado lo feo y antiestético que es el barro?  Sin embargo, piensa en las gloriosas concepciones que encierra.

Toma el barro de tu entorno actual, da gracias a Dios por él y haz la imagen del futuro que deseas. Puedes hacerlo, debes hacerlo, lo harás.


El Corazón del Nuevo Pensamiento por Ella Wheeler Wilcox (1903)


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