El autocontrol no se manifiesta en el carácter de ningún individuo que obedezca ignorantemente los dictados de los sentidos y sirva ciegamente a los maestros internos de la pasión, la ira, la codicia, el autoengaño, el orgullo y el egoísmo.
Aquellos quienes pueden controlarse, o controlar la loca carrera de la mente hacia los objetos de los sentidos, y que dejan de obedecer esos impulsos animales que permanecen como enemigos feroces en el camino del progreso espiritual, disfrutan de imperturbable paz mientras viven, alcanzando así el objetivo más alto de la libertad.
Pero aquellos que son constantemente guiados por repentinas oleadas de pasión, ira, orgullo, celos y odio, están siempre perturbados en sus mentes, están inquietos e infelices, ¿cómo pueden las personas que son esclavos de sus sentidos esperar felicidad?
La felicidad viene en el estado de perfecta libertad y no en la esclavitud; esa libertad sólo puede adquirirse a través de la práctica del autocontrol; por lo tanto, aquellos que desean disfrutar en esta tierra ilimitada felicidad y paz mental, deben luchar por la libertad aprendiendo a practicar el autocontrol.
El logro del autocontrol es fácil para quienes han aprendido a estudiar sus propias mentes y quienes, después de descubrir sus debilidades, intentan reformar sus propios carácteres.
Como los animales inferiores, la tendencia natural de los seres humanos es buscar placer y evitar el dolor. Mientras el hombre viva en la oscuridad de la ignorancia y no pueda rastrear las causas que lo hacen feliz o infeliz; mientras no entienda si la felicidad y el placer provienen de objetos externos o desde adentro; no podrá dominarse a sí mismo. La correcta discriminación de las condiciones que lo hacen feliz o infeliz son la guía más segura en el camino que conduce al logro del autocontrol.
Es necesario reconocer la Verdad: la verdadera felicidad sólo puede pertenecerle a quien puede controlar su mente.