Thomas Troward – Filósofo y Sabio

Por Genevieve Behrend.

Una de las mentes y almas realmente grandiosas de los tiempos modernos – y de hecho de cualquier época – fue Thomas Troward, Juez Divisional de Punjab, India.  En sus escritos, William James de Harvard dijo: “Lejos la declaración más inteligente de esa psicología que he conocido, hermosa en su sostenida claridad de pensamiento y estilo, una declaración realmente clásica”. La transcripción editorial de Boston afirmó: “El autor se revela tan fácilmente como el pensador más profundo que hemos conocido sobre este tema”. El Archidiácono Wilberforce, al escribirle a Troward, firmó como,” Su agradecido alumno”.

Respondiendo a las muchas solicitudes de amigos y admiradores de Troward para una visión más íntima de este gran hombre, me complace presentar algunas fases de su vida diaria tal como las vi mientras estudiaba con él. Estos pueden ser tanto más interesante por el hecho de que disfruté el privilegio de ser el único alumno al cual dio instrucciones personales.

La Vida Temprana de un Genio

Thomas Troward nació en Ceilán, India, en el año 1847, de padres ingleses y ancestros hugonotes. Cuando era un muchacho, bastante joven, fue enviado a Inglaterra para ser educado en “Burmshtead Grammar School”, pero no estaba feliz allí, ya que no podía adaptarse completamente a la monótona vida del colegial inglés. Más tarde, cuando continuó su educación en la hermosa isla de Jersey, su encanto entró en su sangre, y allí estuvo completamente contento. Quizás la antigua cepa Hugonote en él encontró un elemento agradable en el entorno semi francés de la universidad.  A la temprana edad de dieciocho años, la inclinación natural de su mente comenzó a afirmarse y ganó la medalla de oro de literatura de Helford College.

Cuando completó sus estudios, Troward fue a Londres para el examen del Servicio Civil de la India, uno muy difícil, el cual él aprobó con alto honor. Regresó a la India a la edad de veintidós años, en calidad de Comisionado Asistente. Un incidente que ocurrió durante el curso de su examen presagió la tendencia de la vida que reemplazaría la carrera judicial reglamentaria, cuando habían expirado los veinticinco años de servicio.

“Tu Cabeza No es una Común, Joven”

Uno de los temas que quedó para el final del examen, fue la metafísica. Troward no estaba preparado para esto, no tenía tiempo para investigar y no sabía qué libros leer sobre el tema, por lo que meditó sobre esto en las primeras horas de la mañana y llenó los papeles con sus propias especulaciones. El examinador, al leerlo, se sorprendió y le preguntó “¿Qué libro de texto usaste para este escrito?” “No tenía un libro de texto, señor” – Respondió Troward. “Lo escribí de mi cabeza … “Bueno, entonces, joven” – fue el comentario del examinador –  “tu cabeza no es una común y, sin duda, volveremos a escuchar de ti”.

Durante la carrera de Troward en la India, su trabajo oficial lo mantuvo muy ocupado. Su recreación fueron los lienzos, pinturas y pinceles.  Era un artista de gran habilidad, especialmente en temas marinos y ganó varios premios en exhibiciones de arte en Inglaterra.

Le encantaba estudiar los tomos de la tradición sagrada de la india o las escrituras de los hebreos y de otros pueblos antiguos. Mientras estudiaba estos profundos temas, se le reveló, como en una visión, un sistema de filosofía que transmitía no sólo paz mental, sino también resultados físicos en la salud y felicidad.

Cuando fue relevado de sus pesados deberes oficiales en la corte india, regresó a Inglaterra, donde un manuscrito de unos cientos de folios lentamente comenzó a existir. En ese momento él no tenía conocimiento de la Ciencia Mental, Ciencia Cristiana, Nuevo Pensamiento, o cualquiera de los “ismos” del pensamiento moderno. Sus puntos de vista fueron el resultado de la meditación solitaria y un profundo estudio de las escrituras.

La primera edición de las ahora famosas “Conferencias de Edimburgo” se publicó en 1904. Fue recibida con la opinión casi unánime de que su valor no puede ser sobreestimado, como fue el caso de sus volúmenes posteriores. “Misterios de la Biblia y Significado de la Biblia” resultó especialmente atractivo para los hombres de iglesia. Sus libros, por su valor, han encontrado su camino casi en todo el mundo. Sólo en Estados Unidos, se han vendido más de 50,011 copias. Tal vez nadie estuvo más asombrado por su cálida recepción que su autor, sencillo y amante de la diversión.

Una Descripción Íntima

Físicamente, el juez Troward no era del tipo inglés habitual, sino que era más como un francés; de mediana estatura y no más de un metro setenta. Tenía una tez oscura, con pequeños y brillantes ojos, una nariz grande y una gran frente. Cuando lo conocí, tenía un bigote caído salpicado de gris. Tenía la conducta de un estudiante y un pensador, como se indica en sus escritos. Su actitud era simple y natural, y ejemplificó un espíritu de moderación en todas las cosas. Nunca lo vi impaciente, ni escuché que expresara una palabra desagradable, y con su familia siempre fue amable y considerado. Parecía depender completamente de la señora Troward para la administración del hogar. Solo en la intimidad de su hogar revelaba por completo su encantadora genialidad y su radiante amistad.

Después de la cena, su modo era uno de tranquila ligereza y un humor centelleante. Podía entrar en las conversaciones o juegos de salón de la familia con el espíritu de un niño. A él no le interesaban los entretenimientos públicos.

Una noche, después de una excelente cena de sopa, cordero, verduras, ensalada, postre y vino, él enrolló un cigarrillo y, para mi gran sorpresa, me lo ofreció con la pregunta, “¿Tú fumas? ” Al recibir una respuesta negativa, él comenzó a fumar, notando mi expresión de sorpresa poco disimulada, él comentó, “¿Por qué deberías sorprenderte de algo por lo cual puedo agradecer a Dios? Le puedo agradecer a Dios por un cigarrillo, después posiblemente un segundo, pero nunca un tercero.” Después de que terminó su cigarro, su hija menor, Budeia, tocó el violín para nosotros. Observé que se volvió completamente absorto en la hermosa melodía. Él me dijo después que, aunque estaba muy interesado en escuchar música, él no era un músico en ningún sentido.

Aunque Troward no se entregó a los deportes al aire libre, amaba la naturaleza y podía sentarse durante horas junto al mar con su cuaderno de bocetos, o perderse en su solitaria meditación. Dijo que había veces en que obtenía sus mejores inspiraciones mientras caminaba al aire libre. Él a menudo me invitaba a acompañarlo, aunque con frecuencia parecía estar inconsciente de mi presencia, completamente absorto en sus propios pensamientos.

La Verdad del Trance

A veces caía en un desvanecimiento similar al de un trance (su gato maltés sobre la mesa a su lado), el desmayo a veces duraba horas. En esos momentos, los miembros de su familia tenían especial cuidado de no molestarlo. Cuando salía de estos lapsos de los sentidos, él escribía las verdades que le habían sido reveladas. Una vez que escribió en su libreta de notas, “Yo Soy es la palabra de poder.  Si crees que tu pensamiento es poderoso, tu pensamiento es poderoso”.

Puede ser ​​interesante recordar que autoridades tales como Barnett y la nueva Enciclopedia Americana, en su biografía de Sócrates, menciona experiencias semejantes a las de su trance. Mientras servía en el ejército griego, Sócrates encontró de repente sus pies aparentemente enraizados en la tierra, donde permaneció en un trance durante veinticuatro horas. Él despertó con un conocimiento espiritual que transformó su vida y, más tarde, la vida de muchos otros. La similitud de la vida de este filosofo ateniense con la de Troward, es que ambos confiaron principalmente en la intuición y el sentido común para su teoría y sistema de vida.

Una diferencia entre la enseñanza de Troward y la de la Ciencia Cristiana, es que él no niega la existencia de un mundo material. Por el contrario, él enseña que toda la existencia física es una correspondiente manifestación concreta del pensamiento que lo dio a luz. Uno es el complemento del otro.  Una vez le pregunté cómo se podría impartir a los demás las profundas verdades que él enseñó. “Siendo ellos” – respondió. “Mi lema es: ‘Ser y no poseer es la gran alegría de vivir'”

Siguiendo una Guía de Confianza

juez Troward, aunque modesto y reservado en sus hábitos de conversación y lento para expresar una opinión personal, siempre estuvo dispuesto a discutir cualquier tema actual, pero extremadamente reticente y reservado sobre sus propios escritos. Nunca, a mi conocimiento, los mencionó a menos que se hubiese abordado el tema. Como maestro, fue positivo, directo y siempre impersonal. Cuando nuestras lecciones se impartían adentro, él siempre se sentaba en una gran silla Morris y, pareciendo no darse cuenta de mi presencia, pensaba en voz alta. Seguir su pensamiento era como seguir a un guía de confianza, a través de los lugares más difíciles, las regiones de pensamiento más oscuras y menos exploradas. Al seguirlo, la personalidad del hombre se volvía oscura, y yo solo estaba consciente de la voz clara y dominante, y de la luz de la antorcha interior que él llevaba. Sin duda, era bastante natural que quien dejara en claro el verdadero significado de la individualidad, debería en su enseñanza delatar poco del elemento personal o emocional. Después de haber sido guiada cuidadosamente a las conclusiones más reconfortantes, de la misma manera tranquila y modesta como en el comienzo de nuestro viaje mental, mi guía amablemente me recordaba que me había dado algunas sugerencias que podría seguir si así lo deseaba, pero las cuales eran ofrecidas sólo en el espíritu amistoso de un compañero viajero. Él siempre trató de grabar en mí, que todos los esfuerzos por lograr el control mental (que, a su vez, significaba el control de las circunstancias) debían llevarse a cabo con absoluta confianza de éxito.

La duración de una lección dependía sobre mi capacidad para absorber lo que me estaba diciendo. Si estuviera convencido de que en quince o treinta minutos yo entendería naturalmente la razón por la cual, por ejemplo, “si algo es verdadero, hay una manera en la cual es verdad”, concluía esa lección. Si me tomaba una hora o más entrar en el espíritu de su pensamiento, la lección era prolongada. Al final de una lección, él silenciosamente comentaba, “Nunca olvides que ‘buscar’ tiene su correlativo ‘encontrar’ como: ‘tocar’, ‘abrir'”. Con esta tranquilizadora afirmación, él encendía su linterna y entraba en la densidad de la noche para caminar cuatro kilómetros hasta su casa.

Un Filósofo Hogareño

Siendo un hombre hogareño, Troward se deleitaba en su jardín de flores y en la intimidad de su hogar, el cual estaba provisto con todas las comodidades. Él disfrutaba especialmente estar en su despacho y estudio, que fueron arreglados para satisfacer sus necesidades personales y estados de ánimo.  Su estudio estaba en la parte más remota de la casa y allí podía pasar horas de relajación con lienzos y pinturas. Su despacho, sin embargo, estaba en la planta baja, iba ahí para la meditación e investigación, generalmente en las primeras horas de la mañana. Él raramente trabajaba de noche.

El día que murió, él había pasado la mayor parte del día dibujando al aire libre. Cuando no se reunió con su familia a la hora de la cena, la Sra. Troward fue a buscarlo. Lo encontró en su estudio, completamente vestido, recostado en el sofá en un estado de colapso físico. Aproximadamente una hora más tarde él falleció. El médico dijo que la muerte fue causada por una hemorragia cerebral. Estoy segura de que Troward habría dicho: “Simplemente estoy pasando de lo limitado a lo ilimitado”.

Él murió el 16 de mayo de 1916, a la edad de sesenta y nueve años, en el mismo día que el Archidiácono Wilberforce fue sepultado en la Abadía de Westminster. No fue una conexión común la que unió a estos dos hombres.

Thomas Troward consideraba la muerte como consideraría viajar de un país a otro. Me comentó varias veces, que estaba interesado en la vida más allá y que estaba listo para partir. Su única preocupación parecía ser la tristeza que causaría a su esposa y familia. Cuando llegó el momento, su partida fue exactamente como él hubiera deseado que fuera.

Yo espero que estos pocos toques íntimos darán a los amigos y admiradores de Troward la información que desean sobre él.

Por Genevieve Behrend / Traducción de Marcela Allen Herrera

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