AutoControl, la Puerta del Cielo

El autocontrol es la Puerta del Cielo; conduce hacia la luz y la paz. Sin esto, ya se está en el infierno, se pierde en la oscuridad y la inquietud. Las personas se infligen a sí mismas enormes sufrimientos  y pasan a través de tormentos indescriptibles – ambos de cuerpo y de alma-  por falta de autocontrol.

Mediante el autocontrol la persona manifiesta su poder divino y asciende hacia la sabiduría y la perfección divina. Todos pueden practicarlo. El más débil puede comenzar ahora, y hasta que no haya comenzado, su debilidad se mantendrá o él se volverá aún más débil.

Puedes llamar a Dios o Jesús, Brahma o Buddha, o a los Espíritus Maestros, pero ellos no responderán a quienes se niegan a gobernarse a sí mismos y purificar sus corazones. Creas o no creas que Jesús sea Dios, que Buddha sea omnisciente, o que los espíritus o Maestros guían los asuntos humanos, ellos no pueden ayudar a quienes siguen aferrados a los elementos de disensión y la ignorancia y la corrupción dentro de sí mismos.

¿Qué afirmación o negación teológica puede justificar, o qué poder externo puede rectificar  a aquel que se niega a abandonar una lengua calumniosa y abusiva, o renunciar a un temperamento rabioso, o sacrificar sus imaginaciones impuras? La flor alcanza la luz de lo alto primero luchando con la oscuridad de abajo, y el hombre sólo puede llegar a la luz de la verdad mediante la búsqueda en la oscuridad dentro de sí mismo.

Los hombres no comprenden la gran importancia del autocontrol, no alcanzan a ver su absoluta necesidad, y que conduce a la libertad espiritual. Debido a esto, ellos son esclavos y sobrevienen la miseria y el sufrimiento. Deja al hombre contemplar la violencia, la impureza, la enfermedad y el sufrimiento que se producen en la tierra, y que considere qué cantidad de ello es debido a la falta de autocontrol, y gradualmente se dará cuenta de la gran necesidad que existe de autocontrol.

Vuelvo a decir que el autocontrol es la puerta del cielo, ya que sin esto ni la felicidad, ni el amor, ni la paz se pueden alcanzar y mantener. En la medida en que lo carece una persona, justo en esa medida su mente y su vida serán entregados a la confusión. Y es debido a que un gran número de individuos aún no han aprendido a practicarlo, es que se requiere de leyes nacionales para el mantenimiento de la ley y el orden y prevenir la destructiva confusión.

El autocontrol es el principio de la virtud, y conduce a la adquisición de todos los atributos nobles. Es la primera cualidad esencial de una vida bien ordenada y verdaderamente religiosa, y conduce a la calma, a la felicidad y a la paz. Sin ello, aunque pueden haber creencias teológicas o profesarlas, no puede haber verdadera religión, porque ¿qué es la religión, sino la conducta iluminada? ¿Y qué es la espiritualidad, sino el triunfo sobre las tendencias rebeldes de la mente?

Cuando los hombres se alejan y se niegan a practicar el autocontrol, caen en la gran y oscura ilusión de separación entre la religión y la conducta. Luego se convencen de que la religión no consiste en la superación de uno mismo y de vivir con integridad, sino en mantener una cierta creencia acerca de las Escrituras, y en la adoración de un determinado Salvador de una manera particular. De ahí surgen las innumerables complicaciones y confusiones del “culto a la carta” y la violencia y los amargos conflictos en los que los hombres entran en defensa de su propia religión formulada .

Pero la verdadera religión no puede formularse; es la pureza de la mente, un corazón lleno de amor, un alma en paz con el mundo. No tiene por qué ser defendida, porque es el ser y el hacer y el vivir. Un hombre empieza a practicar la religión cuando empieza a controlarse a sí mismo.


Extracto del libro: ‘Luz en las Dificultades de la Vida’ por James Allen /Wisdom Collection 


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