El Secreto del Yo Soy

William Atkinson.

Muchos de nosotros estamos acostumbrados a pensar en nosotros mismos sólo en el plano físico. Cuando pensamos en el Ego – el “Yo” de nosotros mismos, lo imaginamos como un cuerpo humano con órganos que van desde lo más fino, el cerebro, bajando hasta aquellos de estructura atómica más gruesa.

Para alguien que vive en este plano de conciencia, el cuerpo es el ser real, y la Mente, sólo un apéndice del cuerpo. Tal persona habla de “mi mente” o “mi alma”, como habla de “mi sombrero”, “mi abrigo”, “mis zapatos”, como cosas que le pertenecen, que él usa, pero que no son él.

Para él, el Cuerpo es el hombre real, la Mente, algo útil para el cuerpo; el Espíritu, un algo hipotético nebuloso, de lo que no tiene más que una vaga idea y no conciencia. Él Vive sólo en el plano físico.

Otros imaginan su “Yo” como intelecto o mente, teniendo control del cuerpo y sus órganos, y que tiene su morada en el cerebro, o cerebros, del ser humano. Para estas personas el Intelecto es el Ser real, de hecho, para muchos de esta clase, el intelecto es elevado a la posición de Dios, y ellos se inclinan y la adoran. Ellos se dan cuenta de la sujeción del cuerpo a la mente, y son conscientes del maravilloso poder de este último sobre el cuerpo particular bajo su control; los cuerpos de los demás; las mentes de los demás. Para ellos, el Intelecto es el ser más elevado, idéntico al Espíritu. Ellos son conscientes del maravilloso funcionamiento de la mente, pero no son conscientes de nada más elevado. A algunos de ellos la muerte les parece el fin de todo, su idea de la mente es que es un producto del cerebro. Otros sienten que, de alguna manera, en algún lugar, su intelecto mantendrá su existencia, pero es simplemente una creencia o esperanza, basada en las palabras de otros que han declarado tener autoridad para hablar. Ellos no tienen conciencia de preexistencia o futura existencia – no hay percepción de ese Ser real que se conoce a sí mismo ser eterno.

Una tercera clase ha progresado tanto a lo largo del Camino de la Vida que han cruzado las fronteras de un nuevo plano de conciencia. Ellos están en una tierra extraña, no ven señales familiares, no reconocen el país que se encuentra ante ellos. Sus amigos, a quienes han dejado sólo unos pocos metros de la frontera, no parecen darse cuenta de la diferencia que la corta distancia ha hecho a aquellos que la han recorrido, y por lo tanto dudan de la propuesta visión desde el nuevo punto de vista. Aquellos que han cruzado la frontera se dan cuenta que han adquirido una conciencia de una existencia real. La consciencia del “Yo” ha pasado más allá del plano intelectual y es capaz de mirar hacia atrás a ese plano y el que está aún más atrás, el plano físico.

El “Yo” reconoce el valor de la Mente y el Cuerpo, pero los considera a ambos como instrumentos, herramientas o sirvientes, con los que trabajar. El “Yo” siente que ha existido desde el principio (si hubo un principio) y existirá hasta el final (si es que hay final). El “Yo” siente un gran placer en la simple existencia, en el ahora. El “Yo” se reconoce a sí mismo como una parte de todo esto, sabe que el universo es su hogar.

El “Yo” se reconoce a sí mismo como una pequeña gota de Espíritu del Gran océano espíritu; un rayo del Sol Supremo; una partícula del Ser Divino, encerrado en un cuerpo material, usando ese cuerpo y una fuerza llamada Mente, con la cual manifestarse.

El “Yo” en la actualidad no entiende todas las cosas, lejos de eso. Aún no ha sido capaz de llevar sus herramientas a ese grado de perfección. Simplemente sabe que es, y siempre ha sido, y siempre será.

El “Yo” permite que el intelecto se entregue a especulaciones, pero él se contenta con el conocimiento de lo que es – no se inquieta con problemas del pasado o del futuro, sino vive en el ahora, y sabe que es una parte del todo.

El “Yo” sabe que no puede ser destruido o herido, que existe de acuerdo con la ley (y esa Ley es Buena) y no pide más luz en este momento, sabiendo que, en su progreso a través de la materia, descartando capa tras capa, más conocimiento de seguro vendrá. Dice sinceramente y con confianza al Absoluto: “Hágase Tu Voluntad”. 

Sabiendo que es inmortal, el “yo” no teme a la muerte del cuerpo (para él un cuerpo es tan bueno como otro) está dispuesto a dejar a un lado el cuerpo como lo hace con un abrigo cuando se ha gastado o le ha quedado chico. Sabiendo que es impenetrable al daño, el “yo” no tiene ningún pensamiento de miedo, no teme a nada. Sabiendo que la ley esta trabajando por su desarrollo (siempre para el mayor bien) el “Yo” no es perturbado por las preocupaciones, los problemas y las tristezas de la vida, los conoce por lo que son. El cuerpo puede tener dolor, la mente puede sentirse agobiada por la tristeza, pero el “Yo”, sabiendo, sonríe.

El “Yo” se conoce a sí mismo como Uno con el “Yo” de todas las criaturas vivientes, y sabiendo esto no puede manifestar odio, miedo, envidia, celos, no puede despreciar o condenar. Estos y otros sentimientos de la antigua vida caen de la persona como un manto desechado cuando el “Yo” sube a su trono.

El “Yo” reconoce que quizás otros no han progresado tanto como él en el camino, pero sabe que son sus compañeros de viaje en el mismo camino, que están haciendo lo mejor que pueden, considerando su etapa del viaje.

El “Yo” no reconoce el mal, reconoce ignorancia.

El “Yo” tiene sólo un sentimiento hacia la humanidad y todo el mundo viviente – Amor. Si, amor y compañerismo incluso para el último hombre, porque sabe que ese último hombre no puede ser dejado fuera del gran esquema de la vida.

El “Yo” sabe que ha viajado un largo camino hasta su posición actual, y que toda Vida está viajando igual.

El “Yo” mira atrás y ve a otros cubiertos con el lodo y el polvo del camino, muy atrás en el Sendero, pero sabiendo que ha recorrido la misma etapa del viaje, ha estado cubierto con el mismo lodo, no puede condenar.  El “Yo” sabe que están en el umbral de la nueva conciencia, la frontera del conocimiento cósmico, y que más allá se encuentran regiones de maravillosa belleza que a su vez serán recorridas, y luego cada vez más aumentando en fuerza y ​​conocimiento – en poder cada día.

El “Yo” ve interminables fases de existencia que se abren a la visión, no puede entender en este momento, pero sabe de la existencia de la Ley, y está contento.

El “Yo” tiene el coraje de la Fe Inteligente, y avanza alegremente a la Divina Aventura. Todo esto y mucho más.

Para el hombre y la mujer que entiende, la tarea del autodesarrollo se convierte en un trabajo de amor, una exaltada tarea, en lugar del simple esfuerzo egoísta tras el poder.

 Como el escultor vio en el bloque de mármol la forma del ángel, y fue impulsado a cortar el material circundante para liberar la angelical forma, así también nosotros, viendo la forma semejante a Dios dentro de nosotros, debemos esforzarnos por liberarlo. Esa forma interior es el ser real – el “Yo”.

Si nunca te has dado cuenta de esta verdad, relaja el cuerpo y la mente y realiza una pequeña introspección; vuelve tu mirada hacia el interior; escucha la voz del Espíritu. Serás consciente de un débil reconocimiento de ese Algo dentro, esforzándose por manifestarse a tu entendimiento, pidiendo las herramientas adecuadas con las que trabajar. ¡Escucha, escucha en el silencio!

Dia a día la Voz se volverá más clara, día a día la Luz se hará más brillante, lo tuyo viene a ti, por fin. ¡Oh, alegría inexplicable! ¡Oh lágrimas! ¡Oh risas! Después de largas edades estás a la vista de la Tierra Prometida.

¡Conócete a ti mismo! Conoce que tienes dentro de ti la Chispa divina, a la cual el cuerpo y la mente no son más que sirvientes. Conoce que tu cuerpo es el Templo del Espíritu Viviente y respétalo como tal. Conoce que tu intelecto no es más que el instrumento de la manifestación del Espíritu —el “Yo”.

No te arrastres sobre tu vientre como un gusano; no te humilles a ti mismo en el polvo y exclamando al cielo, para dar testimonio de la despreciable criatura que eres; no te llames un miserable pecador digno de la condenación eterna. ¡No! y mil veces ¡No! Ponte de pie; tu espalda bien derecha; levanta tu cabeza; mira a los cielos; llena tus pulmones con el ozono de la naturaleza. Entonces di a ti mismo: “Yo Soy”

El individuo ha adquirido un poder maravilloso cuando, con entendimiento, puede decir: “Yo Soy parte del Eterno Principio de Vida; Yo soy creado en la Imagen Divina; Yo estoy lleno del Divino Aliento de vida; Nada puede herirme, porque Yo Soy eterno”.

El primer requisito para la adquisición de un entendimiento de la Ley, es el reconocimiento de la existencia y el poder del Ser Real: el “Yo”. Cuanto más completo sea el reconocimiento, mayor será el poder. No se pueden dar direcciones especiales para la adquisición de esta facultad de reconocimiento. Debe ser cultivado y sentido, más que razonado por el Intelecto.

No tendrás dudas en cuanto a si estás o no en el camino correcto; si estás bien, comenzarás a reconocerlo de inmediato. Tendrás destellos de ello, y luego puede escaparse de ti por un momento, pero no temas, al final no puedes evitarlo. Sentirás que tu cuerpo, que no es más que una prenda que te cubre temporalmente, no eres tú. Sentirás que estás separado y aparte de tu cuerpo, aunque por un tiempo, viviendo en el. Sentirás que también podrías vivir en algún otro cuerpo y aún conservar tu sentido de individualidad. Tú te darás cuenta de que incluso tu mente no eres Tú, sino que es simplemente el instrumento a través del cual tú te manifiestas, y la cual al ser imperfecta impide la completa expresión del Espíritu.

En resumen, cuando dices o piensas “Yo Soy”, eres consciente de la existencia de tu Ser real, y sientes el crecimiento de un nuevo sentido de poder dentro de ti. Este reconocimiento del Ser puede ser débil, pero aliéntalo y crecerá, y mientras crece se manifestará en tu mente, impresionando sobre ella el conocimiento del adecuado plan para su posterior desarrollo. Es otro ejemplo de “al que tiene se le dará”. 

Este simple llamado de atención al hecho, despertará el primer destello de reconocimiento en algunos; otros encontrarán necesario reflexionar sobre la idea y despertarán a un reconocimiento de la Verdad más lentamente. Algunos no sentirán la Verdad. A tales personas, yo les digo: Aún no he llegado el momento para tu reconocimiento de esta gran Verdad, pero la semilla está plantada y la planta aparecerá a su tiempo. Esto ahora puede parecerte la tontería más grande, pero llegará el momento en que admitirás su exactitud literal. Tú encontrarás que se ha creado un deseo que causará una inquietud mental hasta que se reciba más luz. Como dice Walt Whitman: “Mis palabras zumbarán en tus oídos hasta que las comprendas”. Emerson dice: “No puedes escapar de tu bien”.

A aquellos quienes sienten los primeros indicios del despertar del Espíritu, yo les digo: lleva el pensamiento contigo y se desplegará como el loto, naturalmente y gradualmente; la verdad, una vez reconocida, no puede perderse y no hay nada que permanezca quieto en la naturaleza.

Lo que se ha dicho no es más que un leve indicio de una poderosa Verdad que anida en el seno de las enseñanzas esotéricas de todas las religiones – en las filosofías de Oriente y de la antigua Grecia. Tú las encontrarás en las canciones de los poetas, en los escritos de los místicos.  La avanzada ciencia de esta época la toca sin reconocerla plenamente. No es una cosa que se pueda transmitir bien con palabras, no es fácilmente comprendida solo por procesos intelectuales, debe ser sentida y vivida por aquellos que están listos para ello, aquellos a quienes ha llegado el momento.

Ha sido conocida por los pocos a lo largo de todas las edades y en todos los tiempos.  Todas las razas lo han sabido. Se ha transmitido de maestro a alumno desde los primeros días. Es a esa verdad a la que se referia Edward Carpenter cuando dijo: “¡Oh, no dejes que la llama se apague! Atesorada edad tras edad en sus oscuras cavernas, atesorada en sus santos templos. Alimentada por puros ministros de amor. No dejes que la llama se apague”.

Es difícil transmitir incluso un indicio de esta Verdad a nadie, excepto a aquellos que están preparados para recibirla. A los demás les parecerá ser una completa locura. Como dice Emerson: “Todas las palabras del hombre – quien habla desde esa vida- pueden sonar vanas para aquellos que por su parte no habitan en el mismo pensamiento. No me atrevo a hablar por ello. Mis palabras no llevan su augusto sentido; se quedan cortas y frías. Sólo él mismo puede inspirar a quien lo hará. Sin embargo, yo deseo, aun con palabras profanas, si son sagradas no las puedo usar, indicar el cielo de esta deidad, e informar las pistas que he recolectado de la trascendentes simplicidad y energía de la Ley Suprema “.

Si prefieres intentar resolver el Problema de la Vida – el acertijo del Universo – por investigación científica, por razonamiento exacto, pensamiento formal, demostración matemática, por cualquier medio, sigue esos métodos. Te enseñará la lección del poder y las limitaciones del intelecto humano. Y después de que hayas dado vueltas y vueltas alrededor del círculo del pensamiento y descubras que estás cubriendo el mismo suelo una y otra vez, después de haber topado el callejón sin salida intelectual, el callejón sin salida de la lógica, después de haber batido tus alas contra la jaula de lo inescrutable y caigas exhausto y magullado, después de que hayas hecho todas estas cosas y hayas aprendido tu lección, entonces escucha la voz interior, observa la pequeña llama que arde constantemente y no puede ser extinguida, siente la presión de ese Algo dentro y déjalo desplegarse. Entonces comenzarás a entender que, como la mente del hombre se desarrolla por lentas etapas, desde la simple sensación a la consciencia simple; de la consciencia simple a la autoconciencia (en sus grados más bajos y más elevados), así hay una consciencia, más alta de lo que hemos imaginado hasta ahora, disponible para el hombre, la cual incluso ahora comienza a manifestarse. Entonces podrás entender que puede haber una Fe Inteligente que sabe, no simplemente cree.

Estas y otras lecciones aprenderás a su tiempo. Y cuando hayas alcanzado ese estado donde sientes los impulsos de la Razón Superior y vivas de acuerdo con esto, tú dirás con Carpenter:

” ¡He aquí! el poder curativo descendiendo desde dentro, calmando la mente enfurecida, difundiendo la paz entre los afligidos nervios.  ¡He aquí! El salvador eterno, el buscado por todo el mundo, la vivienda oculta (a revelar) dentro de cada uno …

 ¡Oh alegría insuperable!

William Atkinson Octubre 1902 – Traducción de Marcela Allen



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