¿Por qué las personas que predican aquello que creen que es la Verdad están enfermas y pobres, débiles y están llenas de dolor y angustia?
Esta es la razón: mientras declaran que Dios es bueno y omnipotente, en el mismo aliento comienzan a hablar de otro poder llamado el mal, el diablo, como muy fuerte y poderoso, que está continuamente en guerra contra Dios y prevaleciendo la mayor parte del tiempo.
Al mismo tiempo que han dicho que Dios es omnipresente, presente en todas partes, hablan de otro ser, exactamente opuesto a Dios – el Bien – como una presencia real e incluso le atribuyen la omnipresencia que le pertenece a Dios. Así quebrantan su primer mandamiento: “No tendrás otros dioses (poderes) delante de mí”.
Dar al mal incluso la más pequeña presencia es ponerlo en el lugar donde debería estar Dios – sí, donde realmente está Dios. Deben conocer únicamente la omnipresencia del Bien y reconocerlo para estar libres del mal en el que han estado creyendo durante tanto tiempo.
Gautama Buda, el gran sabio oriental, después de días de oración y ayuno, deseando por sobre todo saber por qué su pueblo sufría tanto, recibió esta palabra del Espíritu Divino: “La razón del sufrimiento es la ignorancia. Enséñale a la gente la verdad y serán libres”.
Debemos levantarnos de la ignorancia sobre Dios para ser libres de esos males que son el resultado de ella. Y esta ignorancia es expresada por la gente como una creencia en la presencia universal del mal. Toda mente debe liberarse de este error al imbuirse con la idea de la presencia universal de Dios.
¿Es razonable decir que Dios es bueno y todopoderoso, y luego decir que el mal tiene algún poder? ¿Es razonable creer en la omnipresencia de Dios y al mismo tiempo pensar que el diablo tiene una presencia real?
Somos nosotros mismos quienes creamos los males que deploramos. ¡Vamos, deja que Dios en ti te hable toda la Verdad!
