Vida e Inteligencia

Por Thomas Troward.

En un principio, diríamos que la vida consiste en el poder de movimiento y la muerte en su ausencia; pero un poco de investigación en los estudios más recientes, la ciencia pronto nos mostraría que esta distinción no es lo suficientemente profunda.

Es un hecho plenamente establecido de la ciencia física, que ningún átomo de lo que llamamos “materia inerte” carece de movimiento. En la mesa que está ante mí, veo un sólido pedazo de acero, pero a la luz de la ciencia actual sé que los átomos de esa masa inerte están vibrando con intensa energía, moviéndose continuamente de aquí para allá, chocando y rebotando entre si, o dando vueltas como sistemas solares en miniaturas con una rapidez incesante cuya compleja actividad deja perpleja a la imaginación. La masa como tal, puede estar inerte en la mesa; pero lejos de estar destituida del elemento de movimiento, es la morada de una incansable energía que mueve las partículas con tal rapidez que la velocidad de un tren expreso es como nada. Es, por lo tanto, no el mero hecho del movimiento lo que está en la raíz de la distinción que hacemos instintivamente ente espíritu y materia; debemos ir más allá de esto.

La solución del problema nunca se encontrará al comparar la Vida con aquello que llamamos muerte; sino que la verdadera clave del asunto se encontrará al comparar un grado de vida con otro. Existe, por supuesto, un sentido en el cual la calidad de la vida no admite graduación; pero hay otro sentido en el cual es enteramente una cuestión de grado.

No tenemos duda de la vida de una planta, pero advertimos que es algo muy distinto a la vida de un animal. ¿Qué niño no preferiría un perro en lugar de un pez por mascota? O ¿Por qué el niño es más avanzado que el perro? La planta, el pez, el perro y el niño están todos igualmente vivos, pero hay una diferencia en la cualidad de su vitalidad acerca de la cual nadie tiene dudas, y nadie dudaría en decir que esta diferencia reside en el grado de inteligencia.

De cualquier forma que miremos el tema, siempre encontraremos que lo que llamamos “vida” de cualquier vida individual está al final medida por su inteligencia. Es la posesión de una mayor inteligencia lo que posiciona al animal por encima de la planta en la escala del ser, al hombre por encima del animal, al intelectual por encima del salvaje. La aumentada inteligencia llama a la actividad a modos de movimiento de un orden superior correspondientes a sí mismo.

Mientras más elevada la inteligencia, más completamente el modo del movimiento se encuentra bajo su control; y al descender en la escala de inteligencia, el descenso se ve marcado por el correspondiente incremento de movimiento automático que no está sujeto al control de una inteligencia autoconsciente. Este descenso es gradual desde el expandido autorreconocimiento de la personalidad humana más elevada, al orden más bajo de las formas visibles a las que nos referimos como “cosas”, en las cuales el autorreconocimiento se encuentra absolutamente ausente.

Vemos, entonces, que la vida de la Vida consiste en inteligencia, en otras palabras, en el poder del Pensamiento; y por lo tanto, podemos decir que la cualidad distintiva del espíritu es el Pensamiento y como opuesto a esto, podemos decir que la cualidad distintiva de la materia es la Forma.

Las Conferencias Edimburgo por Thomas Troward / Traduccion de Marcela Allen Herrera

Las Conferencias de Edimburgo sobre Ciencia Mental (Spanish Edition)

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