UN TRATAMIENTO CONTRA EL MIEDO

Por Emmet Fox

La Biblia enseña la verdad espiritual en muchas diferentes maneras. Da una enseñanza directa sobre Dios, tan clara y precisa como ningún libro de filosofía que alguna vez haya sido escrito. Expone el Gran Mensaje indirectamente a través de la narrativa histórica y por medio de estudios biográficos, porque la Biblia incluye el conjunto más maravilloso e interesante de biografías humanas que alguna vez se hayan escrito. Contiene una colección inigualable de ensayos y tratados sobre la naturaleza de Dios y la naturaleza del hombre, los poderes del alma y el significado de la vida.

Considera la sección de apertura de San Juan en el Evangelio, por ejemplo, o el capítulo 11 de Hebreos, o el 12.º y 13.º de Corintios I, o el 5.º , 6.º y 7.º de Mateo, por nombrar solo algunos.  Cada uno de estos capítulos, de una manera diferente, entrega una enseñanza directa y simple de la Verdad, insuperable en cualquier trabajo fuera de la biblia.

Pero es en sus oraciones y tratamientos que la Biblia es trascendente. Contiene un gran número de las oraciones más grandes que se hayan escrito – comenzando por supuesto, con aquella que llamamos la oración del “Padre Nuestro”. Plegarias como estas nunca se han encontrado en otro lugar, porque van directamente a las profundidades del alma humana, satisfaciendo cada necesidad que pueda surgir y proporcionando para cada posible temperamento y cualquier concebible contingencia, de hecho, atienden a “todos los tipos y condiciones de los hombres “.

Entre todas las bellas y profundas oraciones de la Biblia no hay ninguna que supere el maravilloso poema que llamamos el salmo 46. Este es un inspirado tratamiento que te permitirá superar cualquier tipo de dificultad; si puedes sintonizarte en el nivel de conciencia para alcanzarlo. Es el tratamiento supremo de la Biblia, contra el miedo.

Ahora el objeto de la oración o el tratamiento es justamente elevar la consciencia, y una buena oración es el instrumento que nos permite hacerlo. No debemos esperar comenzar nuestra oración con una comprensión. Si ya tuviéramos la comprensión, no deberíamos necesitar la ayuda de la oración; no necesitamos una escalera para alcanzar la altura en la que ya estamos ubicados. La escalera se emplea para permitirnos elevarnos, paso a paso, a una altura sobre el suelo a la que nuestros músculos nunca nos llevarían por sí solos; y así entonces, una buena oración es una escalera sobre la cual podemos subir gradualmente del bajo nivel del miedo, la duda y la dificultad, a la altura espiritual donde estas cosas se derriten en la Luz de la Verdad.



Nuestro salmo comienza, al igual que casi todas las oraciones de la Biblia, con una expresión de fe en Dios. Esto es extremadamente importante en la práctica. Necesitas afirmar constantemente que crees en Dios, no simplemente como un vago concepto abstracto, sino como un poder real, vívido y presente en la vida, siempre disponible para ser contactado en el pensamiento; nunca cambia y nunca falla. No se puede enfatizar demasiado que no es suficiente dar esto por sentado. No es suficiente aceptar la Verdad de una vez por todas, o una vez a la semana; debes reafirmarlo continuamente en pensamiento y palabras si es necesario. Debes recordarte constantemente a ti mismo que aceptas esta verdad, que crees en ella y que tu convicción es lo suficientemente buena como para basar en ella tu vida y tus esperanzas.

Todo esto es un tratamiento y un tratamiento muy poderoso, además. Es el tratamiento lo que realmente cambia el alma al eliminar esos miedos subconscientes que son la causa de todas tus dificultades. Y así, el inspirado escritor comienza su oración diciendo, sin rodeos, Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de problemas.  Verás que no permite dudas sobre esto. No adopta la actitud tímida, casi de disculpa, que algunos teólogos modernos parecen considerar apropiados para tratar con Dios. Él dice firmemente que Dios ES, que Él de hecho existe; y luego enumera tres hechos concernientes a Dios. Él dice que Él es nuestro refugio; él dice que Él es nuestra fortaleza; y él dice que Él es “una ayuda segura en momentos de problemas”. Este versículo es realmente tremendo, ¿verdad? Si atravesamos la corteza de la familiaridad que tiende a ocultarnos el significado real y estudiamos estas palabras con una mente fresca, nos sorprendemos con todo lo que implican.

Nota que él dice que Dios es nuestro refugio. Él no dice que tal puede ser el caso, o que es una piadosa esperanza sobre la cual tendemos a inclinarnos; sino así liso y llano, Dios es nuestro refugio.

Ahora detente un momento para considerar todo lo que Dios es. Repasa brevemente los principales aspectos y atributos de Dios tal como los conoces, y luego considera que este Ser infinito es nuestro refugio. Es decir, este Poder Ilimitado de Sabiduría y Amor es un refugio al que podemos acudir en cualquier tipo de dificultad. Muchas almas devotas pensaban en Dios como un monarca distante que habitaba en los cielos, al cual había que temer; pero por el contrario, la Biblia dice que Dios es un refugio para aquellos en dificultad. Luego dice que este Poder Omnipotente es nada menos que nuestra fuerza.

Esto trae la idea aún más vívidamente. Dios no es simplemente un poder inigualable que vendrá a nuestro rescate, sino que en realidad, el será nuestra propia fuerza, operando a través de nosotros, para superar las dificultades cuando lo invoquemos de la manera correcta.

Todo estudiante de la Verdad debe comprender que Dios siempre actúa a través de nosotros, cambiando nuestra consciencia. En la metafísica divina aprendemos que Dios nunca hace nada para nosotros, o por nosotros, sino a través nuestro. El escritor lleva estos puntos en la manera familiar de la Biblia al agregar, “una ayuda segura en momentos de problemas”. La afirmación inicial es seguida, en la manera más científica, por un excelente ejemplo del uso de lo que en metafísica se llama la “negación”.

Los siguientes dos versos son una negación de que no hay ningún poder en las condiciones para hacernos ser, o hacer, o someternos, a algo que no sea la completa armonía general, que es la Voluntad Divina para todos nosotros. Dice, por lo tanto, que no tendremos miedo, como siguiendo lógicamente nuestra afirmación inicial, aunque la tierra sea removida y aunque las montañas sean llevadas al medio del mar; aunque sus aguas rugan y se turben, aunque las montañas tiemblen a casusa de su braveza.



La “tierra”, por supuesto, significa manifestación. Es el término de la Biblia para todas las manifestaciones o expresiones de uno: el cuerpo, el hogar, la vida comercial, los parientes y los asociados, todos están bajo el encabezado de la tierra o el suelo. Sabemos que todas estas cosas externas no son más que la expresión de estados internos de consciencia, y aquí el salmista nos hace decir que, aunque la tierra sea removida, aunque todas estas cosas externas parezcan hacerse pedazos, nuestra salud se descomponga, nuestro dinero desaparezca, nuestros amigos nos abandonen, aun así, no vamos a tener miedo. Esta actitud es extraordinariamente valiosa. Cuando las cosas van mal, declara constantemente que no tendrás miedo ni te sentirás intimidado por ninguna condición externa. Cuanto más miedo tengas, más necesidad hay de hacer esto. El momento más importante para decir: “Dios es mi refugio, no voy a tener miedo”, es cuando tus rodillas están temblando. El salmista dice que, aunque las montañas sean llevadas al medio del mar, y las aguas rugan y se turben, hasta que las mismas montañas parezcan temblar, él no tendrá miedo.

La montaña, en la Biblia, siempre significa oración, la consciencia elevada, y esta cláusula nos hace declarar que incluso cuando en medio de nuestras oraciones las cosas parecen empeorar, de modo que las mismísimas oraciones están casi inundadas por nuestro terror, o duda, o desesperación; aun así, vamos a aferrarnos a la verdad acerca de Dios, sabiendo que aunque sea después de cuarenta días, las aguas disminuirán, si solo nos aferramos al pensamiento de Dios.

Las aguas, por supuesto, son siempre la personalidad humana, y más especialmente las emociones. El hombre que escribió esto, vamos a estar de acuerdo, tenía conocimiento del corazón humano, sus dificultades y sus necesidades. Hay un río cuyas corrientes alegrarán la ciudad de Dios, el lugar sagrado del tabernáculo del Altísimo. Este es el río capital mencionado varias veces en las escrituras; el río de vida que fluye desde el trono de Dios.  Significa la comprensión de la Verdad que es en verdad el “Aguas de la Vida” para aquellos que la alcanzan.

El río como símbolo es bastante interesante. En primer lugar, es sinónimo de propósito. Un río significa propósito porque siempre va a algún lado. Un río no se queda en un solo lugar, como un lago o incluso un océano, sino que siempre está en camino hacia un destino. En este sentido, es un verdadero tipo de vida dedicada, que se supone que todo estudiante de la Verdad Divina está viviendo.  Con en esta enseñanza, si realmente significa algo para nosotros, ya no estamos a la deriva como un tronco a la merced de la marea, sino que definitivamente nos dirigimos por el camino de la comprensión y la libertad.

“La ciudad de Dios” es la consciencia del hombre. Tu consciencia, que es tu identidad en la vida, es llamada en la Biblia, una “ciudad”. “Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vela la guardia”.  Ahora, la consciencia en la cual la Luz de la Verdad comienza a brillar nuevamente después de un ataque de miedo o infelicidad, es una ciudad purificada por ese río sagrado, y se convierte en una ciudad alegre, una ciudad de Dios o del bien, un lugar sagrado para los tabernáculos del Altísimo. Dios está realmente en medio de una ciudad así, y cuando Dios, es decir, nuestra comprensión de Dios, se encuentra en medio de nuestra consciencia, entonces, verdaderamente no seremos conmovidos. 

“Dios está en medio de ella; ella no será conmovida: Dios la ayudará al clarear la mañana”. Aquí el salmista agrega uno de esos toques simples, expresados ​​en el lenguaje más directo e infantil, que van directamente al corazón. Él dice: “Dios la ayudará, al clarear la mañana”. Esta hermosa promesa debería eliminar las últimas huellas de miedo y duda que pueden persistir en los rincones oscuros del alma. El ritmo métrico del poema se conserva mediante una reiteración del tema general en el siguiente verso. “Bramaron los paganos, se tambalearon los reinos; pronunció su voz y la tierra se derritió”. Los paganos, significan tus propios pensamientos equivocados, esos temores, dudas, autoreproches y debilidades de todo tipo, que se interponen entre tú y tu comprensión de Dios: las fuerzas paganas que atacan la ciudad santa de tu alma, a veces se sitúan durante días y semanas, y a veces incluso la capturan y la ocupan por un tiempo. Sin embargo, solo por un tiempo, si te mantienes firmemente con Dios mediante la constante oración, porque tarde o temprano, tan cierto como que Dios vive, el reino del error se conmoverá.  Él “pronunciará su voz” a través de tus oraciones y afirmaciones, y vendrá tu salvación.



La tercera y última estrofa de nuestro tratamiento es un ejercicio de acción de gracias y alabanza. Estos tratamientos bíblicos se construyen con el máximo cuidado y de la manera más científica. Por lo general, aunque no siempre – ya que no debe haber reglas duras y rígidas en la oración – comienzan con una afirmación de fe en Dios. Luego analizan el miedo y la preocupación, mostrando que Dios no tiene parte en tales cosas y que, por lo tanto, nosotros no debemos temerlas. Continúan recordándonos el amor, el poder y la sabiduría de Dios y de nuestra capacidad, como hijos de Dios, para invocar su poder en cualquier tipo de peligro o problema. Nos hacen ver estas verdades con una habilidad literaria insuperable, usando las más diversas imágenes y ejemplos para ese fin; entonces, comúnmente terminan, como casi siempre deberían ser las oraciones, con una canción de alabanza y acción de gracias.

Ahora el salmista nos hace decir que el Señor de los ejércitos está con nosotros: el Dios de Jacob es nuestro refugio. Esto destruye la sensación de que Dios está lejos. El “Señor de los Ejércitos” es el título para Dios que enfatiza su gran fuerza y poder. Técnicamente deberíamos decir que es el aspecto de la omnipotencia de Dios. Entonces aquí declaramos que la Omnipotencia está con nosotros y que actúa a través de nosotros; y él cuidadosamente agrega que también es Dios de Jacob. Ahora, Jacob representa el alma que aún no ha sido redimida, el alma todavía lucha en la dificultad y la consciente imperfección. Israel, “el Príncipe de Dios”, es el alma que se ha dado cuenta de su naturaleza divina; pero Jacob todavía está en medio de sus problemas. Entonces el salmista aquí nos recuerda que Dios es el Gran Poder, el Señor de los Ejércitos, tanto para Jacob como para Israel.

“Ven, mira las obras del Señor, que ha hecho desolaciones en la tierra; que hace cesar las guerras hasta los confines de la tierra; él rompe el arco, y corta la lanza en pedazos y quema el carro en el fuego”. Aquí, continúa con acción de gracias, diciendo, en efecto: Consideremos el poder y la gloria de este Dios que siempre está con nosotros; cómo su acción en oración transforma nuestras condiciones y deja desolados o destruye nuestros problemas y preocupaciones; cómo hace que las guerras – un nombre espléndido para esa inquietud y miseria que arruina las vidas de tanta gente –  cesen en cada parte de nuestra consciencia; cómo él rompe todas las cosas de las que tenemos miedo, no solo quitándolas del camino por un momento, sino destruyendo absolutamente cualquier poder que hayan tenido alguna vez.

“Cuando capturaste un regimiento enemigo en esos días, rompiste sus arcos y sus lanzas, y quemaste sus carros, los pusiste fuera de acción completamente”. Ese regimiento nunca podría molestarte de nuevo. “Quédate quieto y sabrás que Yo Soy Dios: Yo seré exaltado entre las naciones, seré exaltado en la tierra”. Esta es probablemente la frase más maravillosa en toda la Biblia. Realmente es toda la Biblia en pocas palabras. “Quédate quieto y sabrás que Yo Soy Dios”. Esto es lo último que queremos hacer cuando estamos preocupados o ansiosos. La corriente del pensamiento humano, que Pablo llama la mente carnal, nos apresura hacia sus propios fines y parece mucho más fácil nadar con ella aceptando las dificultades, recordando agravios, deteniéndose en los síntomas, que resueltamente apartarse en pensamiento de estas cosas y contemplar a Dios, que es la única manera de salir de los problemas.

Entrénate a elevarte por encima de esta avalancha de error – el error siempre se apresura, para hacerte caer, es su estrategia maestra; dales la espalda a las condiciones, por malas que parezcan, “quédate quieto y sabrás que Yo Soy Dios”.

Incluso en tus oraciones hay un tiempo para un tratamiento vigoroso y también hay un tiempo para dejar el trabajo activo y, “habiendo acabado todo, estar firme”, quédate quieto y sabrás que Yo Soy Dios . Esto, por supuesto, no significa simplemente no hacer nada, o ir a poner preocupaciones con algo trivial como leer una novela o un periódico. Es estar quieto sabiendo que Dios es Dios. Tal “quietud” es el reverso de la pereza o la inacción. La inmovilidad en Dios es la acción más silenciosa pero más poderosa de todas. El Señor de los ejércitos está con nosotros; el Dios de Jacob es nuestro refugio. Aquí nuevamente la simetría métrica obliga al poeta a cerrar su maravilloso poema con una repetición del tema general. Espiritualmente, también, es un final más poderoso y efectivo para nuestra oración. El Dios del poder, que ayuda a los mortales débiles y frágiles en el día de la angustia, está obrando a través de nosotros, por tanto, todo estará bien.

Titulo Original  “Be Still a Treatment against fear”

by Emmet Fox / Traducción de Marcela Allen Herrera

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